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Testimonios

Barbara, mamá de Irene (tres años)

 “Además de viajar, el yoga era otro de los descubrimientos que quería compartir con Irene. Así que con su año recién cumplido fuimos a FAMIyoguis de la mano de Isabel. Allí me encontré con un espacio donde, desde otro lugar muy diferente a mis clases de yoga, pero también con yoga e  Irene podía ESTAR y SER en cada momento al lado de mi hija Irene. En su presente. La mayoría de veces desde el juego, otras solamente desde la observación y a veces también desde la distracción. Y siempre desde el respeto. A su ritmo. Un lugar de conexión y encuentro entre las dos. Y de compartir con otras familias, a sus ritmos.

Con la práctica de los meses, Irene se iba familiarizando con las dinámicas y cada vez participaba más de la meditación, de los mantras y de algunas actividades que en un principio ella no entendía (pero que daba igual). Todo un ejercicio, también por mi parte, como madre, de hacer y estar permitiéndole a ella hacer y estar. Una verdadera práctica.

La simbiosis entre rutina y propuestas novedosas: lo ya conocido y el entorno seguro, junto a la sorpresa del día. Tras un año sin practicar yoga, Irene sigue pidiéndome dinámicas y canciones de las clases. El disfrute, el permiso de ser, el convencimiento de estar. Desde el juego, la diversión. Isabel ha pasado a ser, Isa la de yoga.”

 

María, mamá de Carmen (cinco años) y Carlos (siete años)

“Yoga…yoga…yoga… ¿qué me ha aportado el yoga?…Creo que es una filosofía de vida. Pasamos la vida buscando la felicidad en nuestro entorno (una buena casa, un buen sueldo, buena comida, hijos estupendos…) y no nos dedicamos al tesoro que llevamos dentro. El yoga en familia aporta “el momento”. Es un tiempo de dedicación entre padres e hijos que ambos necesitamos, es un paréntesis en nuestro torbellino de vida.

El simple hecho de sentir libertad de elección y de acción en una clase de yoga en familia descoloca a todos. Los padres no sabemos convivir con nuestros hijos sin tener que indicarles qué deben hacer o cómo se deben comportar. Y los hijos miran atónitos cuando se les ofrece la posibilidad de decidir si quieren o no participar, si quieren o no opinar… Y ello genera un sentir diferente. Todo está permitido (con respeto) y todo está bien.Es en ese momento cuando el cuerpo, la mente, el espíritu se relaja y todos empiezan a disfrutar de la actividad. Los hijos te ven haciendo cosas que ellos hacen (como jugar) desde una visión positiva, compartiendo ideas y actividades y conectan con su alegría interior porque se sienten importantes, se sienten “en equipo”. Es fantástico sentir que padres e hijos, generaciones diferentes, son capaces de disfrutar con la misma actividad y generar un “estado de comunión afectiva” que desprende bienestar.

Y esto no queda aquí. Porque la dinámica de funcionamiento en casa cambia. Los hijos saben ahora que sus padres están más cerca de ellos de lo que pensaban. Se dan cuenta que sus padres desean compartir con ellos, conversar, abrazarse, reír…Y entonces…llega la felicidad familiar…el sol brilla diferente, la casa huele de otro modo, el funcionamiento doméstico es más liviano y compartido…y las directrices educativas que corresponden a los padres son mejor recibidas por los hijos pues están abiertos a pensar que sus padres quieren lo mejor para ellos.

No es muy diferente el yoga para niños. Quizá sea la ansiada independencia que quiere todo niño; estar algo distante de sus padres y sentirse importante y tenido en cuenta en una reunión. Juegan, se divierten, comparten, respetan, toleran…también conectan, en ocasiones, con el enfado o la frustración…pero todo es positivo, ya que la toma de conciencia es la antesala de cualquier cambio. Si el niño es consciente de qué le hace sentirse bien y qué le hace sentirse mal será capaz de modular su forma de pensar, su forma de sentir y, por tanto, su forma de actuar y llegará a ser feliz sean cuales sean sus circunstancias. La educación en valores es el mejor regalo que les podemos dar a nuestros hijos y el yoga permite, a través del juego y de la experiencia, que los trabajemos y que podamos superar los miedos, inseguridades, creencias erróneas que limitan a nuestros niños.

Por tanto, señores, hagan yoga con su familia, compartan tiempo con ella, mimen lo mejor que tienen en su vida. Y permitan a sus hijos practicar yoga “entre iguales”, para que sepan desenvolverse en sociedad siendo seres humanos de corazón, mente y espíritu sanos y seguros.”

 

Isabel, mamá de María (tres años)

“Para nosotras fue una gran experiencia, una pena que al año siguiente no pudimos repetir. Cuando empezamos las clases de Yoga para peques, mi hija tenía dos años y medio y desde el principio se mostró encantada con la dinámica de las clases. Le gustaba todo, los ejercicios, las canciones, la profesora, los demás niños y sus mamás... ¡todo! Cuando estábamos en casa, María cantaba las canciones y repetía "ooommss" cuando le venía en gana. Practicaba en casa y cuando se olvidaba de alguna letra o postura quería que se lo recordara para hacerlo correctamente. Creo que tomó mayor consciencia de su propio cuerpo, de cómo podía relajarlo, de cómo podía realizar posturas y de cómo podía concentrarse mentalmente cerrando los ojos repitiendo mantras, aunque solo fuera por un par de minutos.

Recuerdo que cuando estaba con alguna amiguita o venía su abuela a casa le contaba lo que hacía en clase de yoga y repetía las posturas y le cantaba las canciones para que su abuela se las aprendiera y poder hacer yoga juntas. Le gustaba mucho ir a las clases y lo sé a ciencia cierta porque en cuanto había pasado más de dos días desde la última clase ya volvía a preguntarme cuando volvíamos a las clases de yoga. De hecho cuando acabaron, pasaron varios meses hasta que dejó de preguntar por las clases y porqué ya no íbamos. Mi hija lo sintió mucho.

Pero no fue solo una experiencia genial para ella, también lo fue para mí. Una madre no siempre tiene la oportunidad de relacionarse de esta forma con sus hijos, y la experiencia fue más que satisfactoria. Para mi esos ratos de conexión con ella fueron muy gratificantes, por el nuevo lenguaje corporal y verbal que utilizamos, por la energía del ambiente, por las canciones, por las pequeñas meditaciones, una forma de relacionarnos completamente diferente y muy enriquecedora. ¡Volvería con los ojos cerrados!”

 

Andrea mamá de Adriana (tres años)

 

“Empecé a practicar yoga hará unos cinco años aproximadamente, movida por la curiosidad de saber qué era y cómo era. La primera experiencia con esta técnica milenaria, no fue lo que yo había imaginado (las expectativas), pero poco a poco y al cambiar de centro y de maestra, aquella semilla que plante el primer día de clase de yoga empezó a nacer dentro de mí.

Hoy en día el yoga está totalmente integrado en mi (es una parte fundamental en mi vida) y aquel inicio con el yoga fue el principio de un cambio en mi forma de ser. A parte de flexibilizar mi cuerpo, el yoga me enseña a ser más consciente, a estar presente (como dice la profe “estar presente en el aquí y el ahora”), además me ayuda a calmar la mente. La maternidad me enseñó a ver la simplicidad de la vida, a intentar ser paciente y saborear el amor más puro que existe.

En el festival de yoga de Castellón conocí el programa FAMIyoguis. Poco después, movida (una vez más por la curiosidad) pude empezar a disfrutar del programa de yoga en familia, acompañada de” mi tesoro” mi hija Adriana. Es un regalo poder realizar una actividad sana, en familia (ella y yo), donde Adriana aprende a través del juego, de la música y de los cuentos, a trabajar su cuerpo, a mantener equilibrio, a trabajar la respiración, la creatividad y a expresar y gestionar sus emociones.

Para mí las sesiones de yoga en familia son unos momentos únicos, donde puedo volver a ser niña y continuar descubriéndome a mí y a mi hija, la cual me enseña a respetarla aprendiendo a dejarla hacer. Yoga significa unión y el yoga en familia considero que es una herramienta para poder compartir tiempo y experiencias con nuestros hijos, disfrutando de las relaciones y sobre todo, transmitiendo ese Amor. Gracias Susana e Isabel por cruzaros en nuestro camino.”

 

Silvia y Javier papas de Claudia (siete años) y Martina (cinco años)

“El yoga en familia es una estupenda forma de FOMENTAR el encuentro familiar en un ambiente distendido, diferente y relajado. Es una forma fantástica de COMPARTIR con nuestros hijos una experiencia única y enriquecedora, mientras realizas una actividad corporal, que en este caso nos ayuda a fortalecer el vínculo afectivo y a comunicarnos en un plano diferente, a través del yoga. Es una práctica sana y agradable que favorece la armonía familiar, la unión  y el equilibrio, a la vez que fomentamos la creatividad y la expresión corporal. Las relaciones se estrechan cuando somos capaces de compartir UN ESPACIO Y TIEMPO JUNTOS para abrirnos y experimentar.”

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